Cuando los santiagueños que están lejos del pago piensan en alguna planta típica, una de las primeras que se le viene a la cabeza seguramente es el chañar (Geoffroea decorticans), árbol de la familia de las fabáceas (o leguminosas) de corteza verde amarillenta y fruto dulce y comestible. Su madera medianamente pesada es apta para carpintería, y como carbón y leña.
Tiene un fuste erguido cuando crece aislado pero es arbustivo cuando crece en bosquecillos. Llega a los 3 ó 10 metros de altura con un tronco que puede superar los 40 centímetros de diámetro, la corteza se desprende longitudinalmente en fajas irregulares por debajo de las cuales aparece la nueva corteza verde.
El follaje es abundante y de color verdoso. El tronco posee una gruesa corteza surcada por hendiduras medianamente profundas que le otorgan una textura áspera. El enramado del chañar es cuantioso y, en conjunto con el follaje, proporciona una imagen redondeada a la copa del árbol. Los pétalos de la flor del chañar están pigmentados por un amarillo intenso.
Florece de setiembre a octubre y fructifica de noviembre a enero. El fruto es una legumbre drupácea, muy carnosa, dulce y comestible. En Santiago, el norte de la Argentina y la región chilena de Atacama se utiliza para hacer el arrope de chañar.
Además de Santiago, el chañar se e distribuye en una amplia región abarcando Chile (de la I a la IV Región), la Argentina (en el noroeste argentino, Cuyo, Formosa, Chaco, Córdoba, La Pampa, Corrientes, Entre Ríos, Buenos Aires, Río Negro y Tucumán), en el chaco boliviano y en el oeste del Uruguay.